En nuestro día a día, muchas veces subestimamos el poder del movimiento. Sin embargo, incorporar actividad física en la rutina no solo mejora la condición física, sino que también protege contra enfermedades crónicas y promueve el bienestar integral. En Colombia, el Ministerio de Salud y Protección Social ha oficializado recomendaciones claras para adoptar hábitos activos en todas las etapas de la vida: estas orientaciones son una guía valiosa para profesionales y estudiantes interesados en salud pública y nutrición.
Recomendaciones oficiales para diferentes edades
Para adultos mayores de 18 años, se sugieren al menos 150 minutos semanales de actividad física moderada, como caminar rápido, bailar o andar en bicicleta. Si se opta por ejercicios más vigorosos —trotar, saltar o deportes recreativos—, bastan unos 75 minutos semanales. Además, es importante complementar con ejercicios de fortalecimiento muscular al menos dos días a la semana.
En el caso de niños y adolescentes, se recomienda acumular 60 minutos diarios de actividad física, combinando intensidades moderadas y vigorosas, junto con ejercicios de fuerza y flexibilidad tres veces por semana.
Asimismo, para adultos mayores de 60 años, las recomendaciones son análogas a las de los adultos, pero priorizando actividades que mejoren el equilibrio y la fuerza para prevenir caídas.
Beneficios y riesgos asociados
La inactividad física representa uno de los principales factores de riesgo para enfermedades no transmisibles. Las personas con niveles bajos de actividad tienen un riesgo de muerte entre un 20 % y 30 % mayor que quienes cumplen con la práctica habitual.
Por el contrario, moverse con regularidad contribuye a la prevención y tratamiento de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, algunos cánceres y alteraciones del estado de ánimo como la depresión.
Estrategias para promover actividad física en entornos educativos y laborales
Las directrices ministeriales enfatizan la necesidad de consejería en el entorno de salud: los profesionales de salud deben motivar y guiar a sus pacientes en actividades escalables y seguras.
Además, en los espacios laborales, la actividad física producto del entorno (como recorridos internos, pausas activas o uso de escaleras) puede integrarse como parte de la cultura organizacional, reduciendo el sedentarismo.
También es esencial impulsar políticas intersectoriales que promuevan transporte activo (caminar, bicicleta) y adecuación del entorno urbano para facilitar la movilidad.